El juez deshonesto y la viuda
M Mons. Vincenzo Paglia
00:00
03:08

Evangelio (Lc 18,1-8) - En aquel tiempo, Jesús contó a sus discípulos una parábola sobre la necesidad de orar siempre, sin cansarse nunca: «Había en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a nadie. Había también en aquella ciudad una viuda que vino a él y le dijo: "Hazme justicia contra mi adversario". Por un tiempo no quiso; pero luego se dijo a sí mismo: "Aunque no temo a Dios ni respeto a nadie, ya que esta viuda me molesta tanto, le haré justicia para que no venga continuamente a molestarme". Y el Señor añadió: «Oíd lo que dice el juez deshonesto. ¿Y no hará Dios justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche? ¿Los hará esperar mucho? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”.

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

La primera vez que el evangelista relata las enseñanzas de Jesús sobre la oración es cuando les pronuncia el Padre Nuestro (11,1-13). Ahora - es la segunda vez que habla de ello a los discípulos - subraya "la necesidad de orar siempre, sin cansarnos nunca". No sólo deben orar "siempre", sino que deben hacerlo "sin cansarse nunca". El peligro de perder el valor o desanimarnos ante peticiones que no vemos cumplidas es una experiencia muy común. Y para sustentar esta afirmación cuenta la parábola de una viuda pobre que pide justicia a un juez. Ella, símbolo de la impotencia de los débiles en una sociedad como la de la época de Jesús, con su insistencia en el juez deshonesto y duro de corazón, finalmente es escuchada y obtiene justicia. Es una escena que llama la atención por su realismo. Pero, sobre todo, es extraordinario su significado aplicado a nuestra oración al Padre que está en los cielos. Si aquel juez severo escuchó a aquella viuda pobre, Jesús parece decir: "¿cuánto más os escuchará vuestro Padre celestial, que no sólo es justo sino que tiene un corazón grande y misericordioso?". El Evangelio quiere convencernos en todos los sentidos de la fuerza y ​​del poder de la oración: cuando es insistente se podría decir que obliga a Dios a intervenir. La oración es la primera obra que el discípulo está llamado a realizar; podríamos decir que es el primer trabajo que se debe hacer, porque es con la oración como se realiza la intervención de Dios en la vida y en la historia. Y luego, como todo trabajo, la oración también requiere continuidad y perseverancia. Sí, la oración no es un trabajo extemporáneo, una práctica que hay que hacer de vez en cuando. Es su continuidad la que asegura la intervención de Dios y, de hecho, la mayor fuerza del cristiano está precisamente en la oración. Ante esta afirmación, Jesús se pregunta gravemente: "Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?". Es una pregunta que cuestiona profundamente a los discípulos individuales y a las comunidades. El Hijo del Hombre sigue viniendo a la tierra, incluso hoy. ¿Qué pasa con nuestra oración? Bienaventurados nosotros si el Señor nos encuentra vigilantes, es decir, perseverantes en la oración.