Parábola del rico tonto
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Lc 12,13-21) - En aquel tiempo, uno de la multitud dijo a Jesús: "Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia". Pero él respondió: "Oh hombre, ¿quién me ha puesto como juez o mediador entre ti?" Y les dijo: "Tened cuidado y guardaos de toda codicia porque, aunque uno tenga abundancia, su vida no depende de lo que posee". Luego les contó una parábola: «El campo de un hombre rico había producido una cosecha abundante. Razonó para sí: «¿Qué haré si no tengo dónde poner mis cultivos? Esto haré - dijo -: derribaré mis almacenes y construiré otros más grandes y allí recogeré todo el grano y mis mercancías. Entonces me diré: Alma mía, tienes a tu disposición muchos bienes, para muchos años; ¡descansa, come, bebe y diviértete! ». Pero Dios le dijo: «Necio, esta misma noche te reclamarán la vida. ¿Y lo que habéis preparado, de quién será? ». Lo mismo ocurre con aquellos que acumulan tesoros para sí y no se enriquecen con Dios."

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Jesús vuelve a mostrar cuál debe ser la actitud de los discípulos hacia los bienes de la tierra. La inspiración la ofrece un hombre que pide a Jesús que intervenga para que dos hermanos se repartan la herencia en partes iguales. Pero él se niega a hacerlo. No es maestro de divisiones, sino de las cosas que conciernen a Dios y al alma humana. Por tanto, no interviene en la herencia sino en el corazón de esos dos hermanos. De hecho, es en sus corazones donde anidan la avaricia, la avaricia y el interés propio. Los bienes son externos y no representan en sí mismos motivo del mal. El corazón de aquellos dos hermanos, como a menudo el nuestro, estaba en cambio abrumado por el deseo de dinero y el deseo de posesión. En tal terreno, las divisiones y los conflictos no pueden dejar de germinar, como recuerda Pablo a Timoteo: "La avaricia del dinero es la raíz de todos los males". Jesús explica esta actitud con la parábola del rico necio. Creía que la felicidad se lograba acumulando posesiones. Existe una dictadura del materialismo que nos empuja con fuerza a pasar la vida poseyendo y consumiendo riquezas y bienes materiales. Jesús dice que en la vida de este hombre rico -pero es la lógica del avaro- no hay lugar para los demás. Sin embargo, este rico olvidó lo esencial, que es que nadie es dueño de su propia vida. Podemos poseer riquezas, pero no somos dueños de la vida. Y la felicidad no está en la posesión de bienes sino en amar a Dios y a nuestros hermanos. Hay una verdad fundamental que es válida para todos: no fuimos creados para acumular riquezas sino para amar y ser amados. El amor es el bien radical del hombre que debe buscarse en todos los sentidos. Porque el amor es lo que queda y lo que satisface por completo la sed del corazón. El que vive con amor acumula verdadero tesoro para hoy y para el futuro.