Reprensión a Jerusalén
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Lc 13,31-35) - En aquel tiempo, unos fariseos se acercaron a Jesús y le dijeron: "Vete y sal de aquí, porque Herodes quiere matarte". Él respondió: «Ve y dile a esa zorra: He aquí, yo expulso demonios y hago curaciones hoy y mañana; y al tercer día estaré acabado. Pero es necesario que hoy, mañana y pasado siga mi camino, porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén. »Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados, ¡cuántas veces he querido juntar a tus hijos como la gallina junta a sus polluelos debajo de sus alas y no quisiste! ¡He aquí que tu casa está a punto de quedar desierta! Porque os digo que ya no me veréis hasta el momento en que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Mientras Jesús se encuentra en Transjordania, territorio bajo control de Herodes, algunos fariseos le advierten que el rey lo busca para matarlo. No es el mismo Herodes de la infancia de Jesús, pero es de la misma familia. Y es probable que el mismo Jesús haya comprendido ahora que es cada vez más peligroso continuar el camino hacia Jerusalén. Incluso los fariseos que advirtieron a Jesús entendieron esto. Sin embargo, Jesús no retrocede, no puede traicionar el Evangelio, no puede bloquear su predicación. Sin embargo, sabe que su Evangelio es más fuerte que el poder de Herodes. De hecho, es necesario que las buenas nuevas del reino se prediquen por las calles de Galilea y Judea, justo dentro de los muros de Jerusalén. Por eso Jesús no huye de Herodes ni se detiene ante los peligros. Él responde a los fariseos: "No es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén". Y sigue inmediatamente ese triste lamento por la ciudad santa que se ha distanciado de Dios hasta el punto de no saber ya acoger la palabra de los profetas. Desgraciadamente, esta sordera no deja de tener consecuencias. No escuchar la Palabra de Dios llevará a Jerusalén a la destrucción. Cuánta amargura en estas palabras de Jesús: "¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y tú no quisiste!". Son palabras sentidas del Señor que quizás debamos repetir también hoy en muchas de nuestras ciudades, cada vez más heridas por la violencia. Sólo acogiendo la profecía de Dios, sólo si las palabras de amor tienen ciudadanía en el corazón de los hombres, nuestras ciudades y pueblos podrán encontrar el camino hacia una convivencia más pacífica y serena.