Evangelio (Jn 10,1-10) - En aquel tiempo, Jesús dijo: «De cierto, de cierto os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por el otro lado, es ladrón y salteador. Pero el que entra por la puerta es pastor de ovejas. El guardián le abre la puerta y las ovejas escuchan su voz: llama a sus ovejas, a cada una por su nombre, y las saca fuera. Y cuando ha expulsado a todas sus ovejas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz. Pero no seguirán al extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños." Jesús les dijo este símil, pero ellos no entendieron de qué estaba hablando. Entonces Jesús les dijo nuevamente: “De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: si alguno entra por mí, será salvo; Entrará y saldrá y encontrará pastos. El ladrón sólo viene a hurtar, matar y destruir; He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia."
El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia
«Yo soy la puerta» dice Jesús y el significado de esta expresión nos dice toda la urgencia que siente Jesús de ofrecerse como paso hacia la vida. "He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia". ¿Qué significa abundancia de vida? A menudo nos comparamos con las dimensiones pequeñas y restringidas de nuestra vida y poco imaginamos una vida más grande: pero Jesús vino precisamente para esto, para que cada uno de nosotros tengamos una vida plena, amplia, verdadera, lo que el Evangelio llama también vida eterna. Es una vida que se recibe y luego se da. Y como cualquier regalo, entendemos su valor sólo si lo compartimos con los demás. Recibimos la vida plena y abundante de Jesús para los demás. Precisamente por eso el mal nos quiere dispersos y aislados. En la soledad y viviendo sólo para uno mismo, no hay espacio para una vida plena, amplia y apasionada. La imagen de las ovejas descarriadas, como ovejas sin pastor, es precisamente la de los hombres y mujeres que eligen ir solos, siguiendo sus propios instintos, sus propias costumbres, sin escuchar más que la voz confusa de sus propios pensamientos. Pero si no escuchamos la voz del pastor nos perdemos, nos convertimos en presa fácil de ladrones y bandidos. ¿Cómo no pensar en tantos predicadores del bienestar y de la prosperidad que prometen felicidad sin compromiso, sin sacrificio, sin preocupaciones solidarias, en definitiva, una vida sin dificultades? Jesús es también una puerta abierta a nuestra vida, que nos saca de nosotros mismos, nos lleva al amor, nos invita a emprender un camino, a nuevos horizontes, a nuevos caminos, sin poner más límites que los del amor. Aquí, cruzar la puerta que es Jesús significa seguir las huellas de su amor: buen pastor, no sólo nos llama y reúne, sino que nos muestra las muchas ovejas que están cansadas y agotadas porque aún no lo hacen. tener un pastor. También para ellos Jesús es la puerta que conduce a la vida. Y el Señor nos lo da para que podamos dárselo a los demás. ¡Pasemos también nosotros por la puerta que es Jesús, cuidémonos unos a otros, como él nos cuida, ofrezcamos amor a los que no tienen, y encontraremos vida en abundancia para nosotros y para el mundo!