Advertencias a las ciudades
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Mt 11,20-24) - En aquel tiempo, Jesús comenzó a reprender a las ciudades en las que había realizado mayor número de milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se hicieron entre vosotros, hace tiempo que habrían hecho penitencia, envueltos en cilicio y ceniza. Pues os digo: Tiro y Sidón tendrán en el día del juicio un destino menos duro que el vuestro. Y tú, Cafarnaúm, «¿serás quizás elevada al cielo? ¡Caerás al infierno! Porque, si los milagros realizados en ti hubieran ocurrido en Sodoma, ¡todavía existiría hoy! Pues os digo: ¡el día del juicio él tendrá un destino menos duro que el vuestro!

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Jesús ama y por eso nos ayuda a darnos cuenta de nuestro pecado. Reprende a su generación porque rechazaron la predicación del Bautista y está haciendo lo mismo con la suya. Reprende así a aquellas ciudades que no han sabido acoger su Evangelio a pesar de la cantidad de milagros que realizó. Jesús recuerda dos antiguas ciudades paganas, Tiro y Sidón, que seguramente habrían hecho penitencia y ayuno si hubieran presenciado los milagros realizados cerca de Corazín y Betsaida. Es un grito de desánimo de Jesús que ve desperdiciados años de predicación y de acción amorosa hacia todos. También existe el misterio de la incomodidad. Pero esto debe entenderse dentro de la dureza del corazón para escuchar y acoger todo lo que viene del más allá de uno mismo. La autosuficiencia y el orgullo conducen inexorablemente al cierre del corazón y de la mente. Y aquí está el juicio muy severo de Jesús sobre las dos ciudades. Y luego Jesús se dirige también a Cafarnaúm, donde había establecido su hogar junto con sus discípulos: "Caeréis al infierno". Jesús parece no referirse sólo a los habitantes, sino a la ciudad misma. De hecho, existe un vínculo entre los habitantes y la ciudad en la que viven. Podríamos decir que la vida común es el índice de la calidad de vida de sus habitantes. Si hay desinterés o indiferencia, la ciudad se autodestruye. Hay una responsabilidad de los cristianos respecto de la ciudad en la que viven. Deben ser su alma para que la ciudad, los hombres y mujeres que en ella viven, sean lugares de esperanza y salvación.