Evangelio (Mt 5,43-48) - En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen esto también los publicanos? Y si sólo saludáis a vuestros hermanos, ¿qué hacéis que sea extraordinario? ¿No hacen esto también los paganos? Sed, pues, vosotros perfectos, como es perfecto vuestro Padre celestial".
El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia
Jesús es audaz en el ideal que propone. Dice además: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto». Esto es evidentemente imposible. Y, sin embargo, si acogemos su amor, estamos en el camino de la propia perfección de Dios. En un tiempo en el que domina la lógica de la oposición y la búsqueda del enemigo, la exhortación a amar a nuestros enemigos parece completamente chocante, pero liberadora. Esta palabra nos libera de la búsqueda del enemigo y de alguien a quien oponernos, que se ha convertido en una especie de pensamiento único. Jesús sabe bien que la vida se compone también de relaciones difíciles en las que el encuentro con el otro degenera a menudo en choque; él sabe que las enemistades entre hombres son fáciles. Pero precisamente para derrotar esta cadena infernal, Jesús propone una exhortación que nadie se ha atrevido jamás a pronunciar: "¡Amad a vuestros enemigos!". Sólo así triunfa verdaderamente el amor. El Evangelio no niega la complejidad de la vida, al contrario niega que la lógica del conflicto sea la única que regula las relaciones y sobre todo que es inevitable. También porque alguien que hoy es enemigo puede volver a ser o convertirse en amigo.