La vid y los sarmientos
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Jn 15,1-8) - En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no da fruto, lo corta, y todo pámpano que da fruto, lo toma para que dé más fruto. Vosotros ya sois puros, por la palabra que os anuncié. Permaneced en mí y yo en vosotros. Así como el pámpano no puede dar fruto por sí solo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros sois los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer. El que no permanece en mí es desechado como una rama y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y lo queman. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre: en que deis mucho fruto y seáis mis discípulos".

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Con la imagen del Padre como labrador, del Hijo como vid y de los discípulos como sarmientos, Jesús quiere describir esa circularidad de amor que une a los discípulos a él y al Padre. Y es una imagen que se usa varias veces en las Escrituras para describir la relación entre el Señor y su pueblo. En este día que une la figura de San José con el Día del Trabajo, esta imagen nos recuerda que la unión entre la vid y los sarmientos es producto del buen fruto. Al unir a los discípulos consigo mismo, Jesús les hace participar del mismo amor que él tiene por el Padre. Comienza diciendo: "Yo soy la vid, vosotros sois los pámpanos". Con esta imagen quiere que los discípulos comprendan bien el tipo de vínculo que establece con ellos: la relación es tan estrecha que forma una sola cosa con él. En efecto, el pámpano vive y da fruto sólo si permanece unido a la vid; si se desprendiera se secaría y moriría. Por tanto, permanecer atado a la vid es fundamental para los sarmientos. Por eso Jesús continúa: "El que permanece en mí y yo en él, da mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer". El término "permanecer", utilizado once veces en este pasaje, va siempre seguido de la expresión "dar fruto". Dar fruto es propio de discípulos que escuchan la Palabra de Dios con el corazón atento. Este fue también el caso de José que, escuchando la Palabra de Dios del ángel, guardó el sueño del Padre, llevando consigo a María y a su Hijo.