Evangelio (Jn 15,9-11) - En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado. Quédate en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he dicho estas cosas para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea completo".
El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia
Jesús, continuando su discurso a los discípulos, confiesa abiertamente la naturaleza de su amor: "Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado". Jesús no se siente disminuido al decir que su amor por sus discípulos es fruto de un amor mayor, como generalmente pensamos. De hecho, cegados por la necesidad de parecer originales y de no depender de nadie, nos avergüenza admitir que nuestra felicidad depende del amor de otro mayor que nosotros. En definitiva, todo, incluso el amor, debe ser mío, debe partir de mí. La culpa es de la cultura del individualismo, que gana cada vez más terreno y que corre el riesgo de desmoronar toda comunión. La independencia de los demás no conduce al amor, al contrario, a la soledad. Jesús, sin embargo, muestra que su amor por sus discípulos parte del Padre. De esta creencia surge la invitación a los discípulos a permanecer unidos a él como hombres y mujeres humildes, como los sarmientos a la vid. Debemos darnos cuenta de que estar solos hace que nuestros sentimientos se sequen y nuestros brazos se debiliten, hasta el punto de volvernos incapaces de cuidar y servir a nadie más que a nosotros mismos. Un signo de esta humildad es saber alegrarnos del gozo de quienes nos rodean, como el Señor nos invita a hacer con él.