Evangelio (Mc 10,28-31) - En aquel tiempo, Pedro comenzó a decir a Jesús: "He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Jesús le respondió: En verdad te digo que no hay nadie que haya dejado casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o tierras por mí y por el Evangelio, que no reciba ya ahora, en esta vez, cien veces más en hogares y hermanos y hermanas y madres e hijos y campos, junto con persecuciones, y vida eterna en el tiempo venidero. Muchos de los primeros serán últimos y los últimos serán primeros."
El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia
Las palabras de Pedro, que actuó como portavoz de los demás Apóstoles, revelan un comportamiento opuesto al del hombre rico que leímos ayer. De hecho, lo dejaron todo y lo siguieron. Hay, pues, alguien que respondió a la llamada de Jesús: es ese "nosotros" que Pedro utiliza en nombre de los primeros discípulos y de todos aquellos que se abandonan con confianza a la invitación del Señor. La conciencia de Pedro permite a Jesús profundizar el significado de seguirlo: no es ni un sacrificio ni una pérdida en comparación con una vida que hubiera sido más rica y feliz. El Evangelio muestra la verdadera riqueza que obtienen los discípulos de Jesús: ellos, dejándolo todo para seguirlo, reciben ya ahora, es decir, en esta tierra, el ciento por uno de lo que les queda, junto con las persecuciones (y Jesús no deja de notarlo). él) y, en el futuro, recibirán la vida eterna. La comunidad de creyentes se convierte, para cada discípulo, en madre, hermano, hermana y hogar. Y esta hermandad nunca terminará. La hipérbole del "ciento por uno" muestra el sentido de abundancia y la calidad de la riqueza que reciben quienes siguen el Evangelio. Las palabras de Jesús no son tanto un consuelo para los discípulos, sino que expresan la realidad del "nosotros" de la Iglesia, familia de Dios, en la que todos, sin exclusión, son parte y comparten su alegría y su riqueza. No nos dejemos engañar por el espíritu del mundo, dominado por la dictadura del dinero y el materialismo. Ya hoy, en esta vida, el seguimiento de Jesús nos regala una existencia llena de hermanos, hermanas, padres, madres, hijos. Es la vida en la Iglesia, en la que verdaderamente los últimos, es decir, los que no tuvieron miedo de dejar algo de sí para seguir a Jesús, se encontrarán los primeros, no por sus méritos, sino por la abundancia de la gracia de Dios, y podrán testimoniar al mundo la alegría de su elección.