Evangelio (Jn 6,30-35) - En aquel tiempo, la multitud dijo a Jesús: «¿Qué señal haces para que te veamos y te creamos? ¿Que trabajo haces? Nuestros padres comieron maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo". Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: no es Moisés quien os dio el pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que desciende del cielo y da vida al mundo." Entonces le dijeron: "Señor, danos siempre este pan." Jesús les respondió: "Yo soy el pan de vida; ¡Quien viene a mí nunca tendrá hambre y quien cree en mí nunca tendrá sed!".
El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia
“¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?”, pregunta la multitud. Jesús había reprochado a las multitudes por buscar sólo su propia satisfacción. A su petición, él respondió indicando sólo una cosa necesaria: creer en el mensajero de Dios, pero la multitud insistió. Quizás querían que Jesús solucionara el problema alimentario no sólo de las cinco mil personas que se habían beneficiado del milagro, sino de todo el pueblo de Israel como había sucedido en el momento del maná. Ante su insistencia, Jesús respondió que no fue Moisés quien dio el pan del cielo, sino "mi Padre que os da el verdadero pan del cielo. En efecto, el pan de Dios es aquel que desciende del cielo y da vida al mundo". Pero la dureza del corazón y de la mente de los oyentes no les permitió captar en profundidad las palabras de Jesús, que continuaron interpretándolas a partir de ellos mismos, de sus necesidades, de sus instintos. Esto también nos pasa a nosotros cuando no profundizamos en las palabras evangélicas porque las escuchamos a partir de nosotros mismos y no de lo que realmente quieren decirnos. Es necesaria una lectura "espiritual" de la Biblia, una lectura hecha en oración y con disponibilidad del corazón. Sin oración corremos el riesgo de tener sólo a nosotros mismos frente a nosotros y no al Señor hablándonos. Sin la comunidad de hermanos, nuestro “yo” nos excluye del diálogo amplio para el cual fue escrita la Biblia. En ese momento la petición de la multitud se volvió cierta: "Señor, danos siempre este pan". Jesús no rehuyó su petición y, con claridad aún más evidente, les dijo: «Yo soy el pan de vida; el que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí no tendrá sed". Es una afirmación solemne y típica del Evangelio de Juan: muestra el origen divino de Jesús. Al recorrer las páginas del cuarto Evangelio vemos que Jesús utiliza muchas imágenes concretas para hacernos comprender la grandeza de su amor por nosotros: es el verdadero pan, la verdadera vida, la verdad, la luz, la puerta, el buen pastor, la verdadera vid, el agua viva… es la resurrección.