La señal del Hijo del Hombre
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Lc 11,29-32) - En aquel tiempo, mientras se reunía la multitud, Jesús comenzó a decir: «Esta generación es una generación mala; busca una señal, pero ninguna señal le será dada, excepto la señal de Jonás. Porque así como Jonás fue una señal para los de Nínive, así también el Hijo del Hombre será una señal para esta generación. En el día del juicio, la reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón. Y he aquí, he aquí uno mayor que Salomón. En el día del juicio, los habitantes de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque se convirtieron ante la predicación de Jonás. Y he aquí uno mayor que Jonás."

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Jesús está rodeado de mucha gente. El evangelista habla de "multitudes", en plural, que se agolpan alrededor de Jesús. Como entonces, hoy demasiados buscan palabras que les consuelen y les ayuden a no sucumbir a los numerosos miedos que hacen la vida difícil. En los últimos años, cuando estábamos a merced de una pandemia que azotaba a todo el planeta, aprendimos a levantar la vista al cielo para pedir ayuda. Sentimos en nuestra carne el miedo a ser abrumados. En las grandes ciudades -como Nínive en la época de Jonás- la confusión era aún más grave. Y aún hoy, la vida en las afueras de las megaciudades sigue siendo muy dura, muy violenta y golpea con mayor dureza a los pobres, como a los ancianos y a los jóvenes, para quienes la puerta al futuro está cerrada. Vemos crecer los desequilibrios físicos y mentales, la pobreza y la marginación, la desesperación y la angustia. Y, como en tiempos de Jesús, se pide un signo, un acontecimiento, más o menos prodigioso, que pueda liberarnos de la angustia. A veces pedimos un "salvador" que pueda tomar todo en sus propias manos con la ilusión de poder ofrecer mágicamente -en realidad significa con autoridad- una solución. No hay acontecimientos mágicos que cambien tu vida, no hay fortunas repentinas que hagan los días más tranquilos. Hace falta un verdadero "signo", un verdadero Salvador que ayude a cambiar los corazones, a hacerlos más solidarios, más acogedores, más capaces de amar. Este signo es Jesús, es Él quien cambia los corazones. Es necesario -y esta es la enseñanza del pasaje evangélico- que las calles y plazas de nuestras ciudades sean nuevamente atravesadas por la predicación del Evangelio, como ocurrió en Nínive con la predicación de Jonás. El Evangelio ayuda a cambiar el corazón, a hacerlo de carne y no de piedra. Los cristianos de esta generación están llamados a comunicar el Evangelio del amor a la generación de hoy. El Evangelio es la única fuerza verdadera que hace más humanos al hombre y a la mujer. Es la única palabra que hace crecer el amor y quita la soledad y el miedo. El Papa Francisco insiste en que la Iglesia "sale", para poder encontrarse con las multitudes de hoy, como las que encontraron entonces a Jesús: es urgente salir a predicar el Evangelio del amor con obras y palabras en los grandes suburbios urbanos y en las los existenciales. Es una responsabilidad que involucra a todos los discípulos de Jesús, no a los profesionales. La predicación del Evangelio y el amor a los pobres son el "signo" de que Jesús sigue siendo quien salva de la tristeza y de la muerte. La página evangélica nos advierte que Nínive cambió su vida con la predicación de Jonás. El Evangelio es una palabra mucho más fuerte que la del antiguo profeta.