El impuesto del templo
M Mons. Vincenzo Paglia
00:00
00:00

Evangelio (Mt 17,22-27) - En aquel tiempo, mientras estaban juntos en Galilea, Jesús dijo a sus discípulos: "El Hijo del Hombre está a punto de ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán, pero al tercer día resucitará. " Y se entristecieron mucho. Cuando llegaron a Capernaum, los recaudadores de impuestos del templo se acercaron a Pedro y le dijeron: "¿Tu maestro no paga el impuesto del templo?" Él respondió: "Sí". Al entrar en la casa, Jesús le precedió diciendo: «¿Qué te parece, Simón? ¿De quién cobran los reyes de esta tierra impuestos y tributos? ¿De tus propios hijos o de otros? Él respondió: "De extraños". Y Jesús: «Entonces los niños están exentos. Pero para que no se escandalicen, ve al mar, tira el anzuelo y pesca el primer pez que venga, abre su boca y encontrarás una moneda de plata. Tómalo y dáselo por mí y por ti".

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Mientras regresaban a Capernaum, algunos recaudadores de impuestos se acercan a Pedro y le preguntan si Jesús tiene la intención de pagar el impuesto prescrito para el templo. No se trata del tributo al César, sino del aporte que cada israelita debía dar al templo para su funcionamiento. Jesús, aunque es "mayor que el templo" (Mt 12,6), no escapa a esta obligación y ordena a Pedro que vaya a pescar y que saque de la boca del pez pescado con el anzuelo la moneda de plata para donar al templo. Jesús no quiso causar escándalo y, como en otras ocasiones, no reivindica derechos y privilegios que le deberían haber debido. Vino a edificar, ciertamente no a escandalizar a la gente. Por eso también actúa de manera diferente a lo que le sería permitido. En esta línea, a las afirmaciones de los corintios que decían: «¡Todo es lícito!», el apóstol Pablo responde: «Sí, pero no todo edifica. Nadie busque su propio interés, sino el de los demás" (1Cor 10,23-24). La primera preocupación de Jesús sigue siendo reunir y salvaguardar a aquellos que el Padre le ha confiado. Y por eso es escrupuloso en eliminar todo lo que pueda provocar escándalos innecesarios. Es una sabiduría que requiere una gran disciplina interna, especialmente por parte de quienes tienen responsabilidades pastorales. Hay que evitar el instinto de actuar impulsivamente y sin pensar. El Señor continúa mostrándonos que la verdadera sabiduría es construir ese templo espiritual que es la comunidad cristiana.