Pedid en mi nombre, el Padre mismo os ama.
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Jn 16, 23-28) - En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «De cierto, de cierto os digo: si pidéis algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no has pedido nada a mi nombre. Pide y recibirás, para que tu alegría sea plena. Os he dicho estas cosas de forma velada, pero viene la hora en que ya no os hablaré de forma velada y os hablaré abiertamente del Padre. Ese día pediréis en mi nombre y no os digo que oraré al Padre por vosotros: en realidad el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo vengo de Dios. el Padre y vino al mundo; ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre."

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

«Hasta ahora», dice Jesús a los discípulos, «nada habéis pedido en mi nombre», es decir, no se han unido en la comunión de su Espíritu. Su fe era todavía inmadura, pensaban en Jesús según las categorías del mundo. Para comprender a Jesús y, por tanto, estar unidos a él, es necesario acoger su Espíritu mismo en nuestro corazón. Los discípulos lo recibirán el día de Pentecostés y él los acompañará todos sus días. También nosotros recibimos el Espíritu en los signos sacramentales y cada vez que se nos anuncia la Palabra. Como los discípulos de aquel tiempo, los ojos de nuestro corazón se abren y comprendemos el gran misterio de amor que nos envuelve. La comunión con Jesús no es fruto de conocimientos teóricos; es sobre todo comunión de amor y abandono confiado en él. El apóstol Pablo, abrumado por este amor, dijo: "Para mí el vivir es Cristo" (Flp 1,21). La comunión con Jesús nos hace comprender las palabras que siguen: «Ese día pediréis en mi nombre y no os digo que oraré al Padre por vosotros: de hecho, el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado. y he creído que salí de Dios." Jesús les dice a los discípulos, y a nosotros, que Él vino a la tierra para ser uno con los discípulos, para así llevarlos al seno del Padre. Está a punto de pasar de este mundo al Padre. Sin embargo, vuelve al Padre no solo, como había venido, sino con los discípulos de ayer, de hoy y de mañana, a quienes compró con su sangre. Damos gracias al Señor por su amor que nos envuelve y nos salva.