La nueva familia de Jesús
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Mc 3,31-35) - En aquel tiempo, llegó la madre de Jesús y sus hermanos y, estando afuera, mandó llamarlo. Había una multitud sentada a su alrededor, y le dijeron: “He aquí, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están afuera buscándote”. Pero él les respondió: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?" Mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: «¡Aquí están mi madre y mis hermanos! Porque quien hace la voluntad de Dios es para mí hermano, hermana y madre”.

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Mientras Jesús habla a la multitud, llegan sus familiares con María su madre. El evangelista no aclara el motivo de la visita. Pero no es difícil imaginar que tal vez estuvieran preocupados por lo que se consideraba un comportamiento excesivo por parte de Jesús: la multitud era enorme y se habían quedado "afuera". Esta notación no es simplemente espacial. Esos familiares estaban "afuera", es decir, no estaban entre los que escuchaban la predicación de Jesús. No son los lazos de sangre ni las costumbres rituales las que llevan a ser verdaderos familiares de Jesús. Sólo los que están dentro de la casa, los que escuchan la Palabra de Dios, son parte de la nueva familia que Jesús vino a formar. A quienes le dicen que su madre y sus demás hermanos estaban fuera de casa, Jesús les indica quiénes forman parte de su nueva familia, de la Iglesia: los que escuchan el Evangelio. De esta escucha nace la comunidad cristiana y, por tanto, se construye sobre la Palabra de Dios. Y esta comunidad no es una asociación cualquiera. Tiene los rasgos de la "familia", es decir, con esos vínculos que por eso se llaman "familia". Los miembros deben vivir las relaciones fraternas propias de la familia, comenzando por el Padre que está en los cielos, a quien Jesús invita a llamar "Abba", y luego con Jesús mismo y con todos los demás hermanos. Ser discípulo exige escuchar con atención y prontitud las palabras de Jesús e implicar la vida con ella. Cada día debemos entrar “dentro” de la comunidad y escuchar el Evangelio tal como se predica. Necesitamos estar cada día al lado de Jesús y escuchar y poner en práctica su palabra.