Evangelio (Mc 12,13-17) - En aquel tiempo, enviaron algunos fariseos y herodianos a Jesús, para sorprenderlo en su discurso. Ellos se acercaron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no temes a nadie, porque a nadie haces caso, sino que enseñas el camino de Dios según la verdad. ¿Es lícito o no rendir tributo al César? ¿Deberíamos dárselo o no?”. Pero él, conociendo su hipocresía, les dijo: «¿Por qué queréis ponerme a prueba? Tráeme algo de dinero: quiero verlo". Y se lo trajeron. Entonces les dijo: "¿De quién son la imagen y la inscripción?". Ellos le respondieron: "De César". Jesús les dijo: Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Y siguieron admirándolo.
El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia
Jesús contrasta una concepción nacionalista de la religión: el pago del impuesto al emperador no constituía una violación de los derechos de Dios, pero añade que se debe reconocer que Dios tiene sus derechos. En esta segunda dimensión Jesús pide la decisión: dar a Dios lo que es de Dios ¿Y qué es de Dios? Si abrimos la primera página de la Biblia nos habla del hombre y la mujer hechos a imagen de Dios, concretamente la imagen es "colectiva": "Dios creó a Adán a su imagen... varón y hembra los creó" (Gén 1,27). La persona individual y toda la familia humana, en conjunto, han impreso la imagen de Dios y, por lo tanto, deben regresar a Dios. Junto con toda la creación. Por tanto, hay que reconocer un destino común que concierne a todos los pueblos, así como a los cielos y la tierra que habitan. "Dar a Dios lo que es de Dios" significa no sólo reconocer el destino común, sino también la definición de la vocación del hombre y de la mujer: trabajar para que la historia humana se dirija hacia el cielo, hacia la Jerusalén celestial con los cielos nuevos y la tierra nueva. de la que habla el Apocalipsis. Ésta es la primacía que debemos redescubrir. Mientras los cristianos estamos invitados a "dar al César lo que es del César" y, por tanto, a comprometernos en la convivencia pacífica entre todos, al mismo tiempo estamos llamados a la responsabilidad de comunicar el Evangelio a todos los pueblos para que comprendan y apresuren el destino común hacia el reino de Dios.