El cumplimiento de la Ley
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Mt 5,17-19) - En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido para abrogar la Ley o los Profetas; No he venido a abolirlo, sino a darle pleno cumplimiento. De cierto os digo, que hasta que pasen el cielo y la tierra, no pasará ni un ápice ni una sola raya de la Ley sin que todo haya sucedido. Por tanto, cualquiera que transgreda aunque sea uno de estos preceptos mínimos y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero el que las observe y las enseñe será considerado grande en el reino de los cielos".

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

La novedad del Evangelio no representa una ruptura con la tradición bíblica del Primer Testamento. Por el contrario, Jesús afirma claramente que vino a cumplir la alianza que Dios estableció con su pueblo y que encuentra su codificación en la Ley y los Profetas. Toda la historia de amor que Dios ha tejido con su pueblo, desde Abraham hasta el Bautista, encuentra su cumplimiento, su plena realización, en Jesús. Ese amor que empujó al mismo Dios a bajar para liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto, para acompañarlo en el largo camino por el desierto y en los siglos siguientes, alcanzó su plenitud con Jesús. En cada palabra de la Escritura está la chispa de Dios, por eso no debe perderse. Y cada vez que se pierde, esa chispa se pierde con él. Por eso Jesús dice: "Hasta que pasen el cielo y la tierra, no pasará ni un ápice ni una pizca de la Ley". Me viene a la mente la recomendación de Francisco de Asís a sus frailes de recoger cada pequeño trozo de pergamino que cae al suelo: "Puede contener algunas palabras del Evangelio", dijo. Y Jesús añade además: «Quien, pues, transgreda aunque sea uno de estos preceptos mínimos... será considerado el más pequeño en el reino de los cielos». Jesús pide que toda la Escritura sea aceptada y se convierta en luz para los creyentes. El discípulo, siguiendo al maestro, debe también llevar a cabo en la vida cotidiana lo que está escrito en las Escrituras. Y el corazón de las páginas bíblicas, el hilo que las une a todas, lo podemos resumir en la exhortación que Jesús hace al final del discurso: "Sed, pues, vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto". Y la perfección es el amor.