«Si yo no voy, el Consolador no vendrá a vosotros»
M Mons. Vincenzo Paglia
00:00
02:44

Evangelio (Jn 16,5-11) - En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Ahora voy al que me envió y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?”. De hecho, porque os dije esto, la tristeza llenó vuestro corazón. Pero os digo la verdad: os es bueno que me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros; pero si voy te lo mando. Y cuando él venga, demostrará la culpa del mundo respecto del pecado, la justicia y el juicio. Del pecado, porque no creen en mí; en cuanto a la justicia, porque voy al Padre y ya no me veréis; acerca del juicio, porque el príncipe de este mundo ya está condenado."

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Para Jesús es hora de inaugurar el tiempo de la fe. No debemos pensar que este tiempo es más pobre que el de los Apóstoles. El Espíritu Santo derramado en el corazón de los discípulos decide el tiempo de la Iglesia. Es el Espíritu quien sostiene a los discípulos, quien los consuela, los conforta, los guarda, los ilumina y los hace capaces de comunicar el Evangelio del amor para transformar el mundo. El Espíritu ayudará a los discípulos en los tiempos difíciles que enfrentarán. El Espíritu “demuestrará la culpa del mundo respecto del pecado, la justicia y el juicio”. El evangelista lo imagina como un gran encuentro donde se revela y desenmascara el mal que opera en el mundo para destruirlo. Es la tarea que los discípulos deben vivir dejándose guiar por el Espíritu. Es necesario consumir nuestros ojos en el escrutinio del mundo y de la historia a la luz de las Escrituras, con la ayuda del Espíritu, para identificar el mal que opera en el mundo y derrotarlo, y emprender los caminos del amor que salvar el mundo . Es la tarea seria y fascinante que aún hoy tienen los cristianos: ser profetas que desenmascaran el mal y que, ante todo, indican con su ejemplo el camino del bien. Uno de ellos, el arzobispo Oscar Romero, todavía habla hoy. Leyó la dramática historia de su tiempo a la luz de la Palabra de Dios: por supuesto, le costó el martirio, pero su testimonio es aún hoy más precioso que nunca. Ante las acusaciones vertidas en su contra, respondió que sólo estaba leyendo el relato a la luz del Evangelio: «La palabra es como el rayo de sol que viene de arriba e ilumina. ¿Qué culpa tiene el sol cuando su luz pura encuentra charcos, excrementos, basura en esta tierra? Debe iluminar estas cosas, de lo contrario no sería sol, no sería luz, no resaltaría lo feo, lo horrible que existe en la tierra".