A mis ovejas les doy vida eterna.
M Mons. Vincenzo Paglia
00:00
02:45

Evangelio (Jn 10,22-30) - En aquellos días se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús caminó en el templo, en el pórtico de Salomón. Entonces los judíos se reunieron alrededor de él y le dijeron: "¿Hasta cuándo nos tendrás en la incertidumbre? Si eres el Cristo, dínoslo abiertamente." Jesús les respondió: "Os lo dije, y no creéis; las obras que hago en el nombre de mi Padre, éstas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis porque no sois parte de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no se perderán para siempre ni nadie los arrebatará de mi mano. Mi Padre que me los dio, es mayor que todos y nadie puede arrebatarlos de la mano del Padre. Yo y el Padre uno somos."

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Jesús - nos dice el evangelista Juan - se encuentra en este día de celebración en el pórtico de Salomón, uno de los pórticos que rodean la plaza del templo por el interior. Será el lugar donde la primera comunidad cristiana, después de la resurrección de Jesús, se reunía para sus reuniones, como para seguir frecuentando los lugares queridos por Jesús y repetir lo que hacía y decía. El evangelista observa que muchos se han reunido en ese pórtico para escuchar a Jesús y algunos le piden que diga claramente si es el Mesías o no. Ya no quieren permanecer en la incertidumbre y la duda. Las peticiones parecen legítimas: «¿Hasta cuándo nos mantendrán en la incertidumbre? Si eres el Cristo, dínoslo abiertamente." La pregunta no estaba mal. Pero no es posible reducir la búsqueda de Dios al deseo de tranquilidad o de bienestar personal. La búsqueda de Dios exige abandonar las certezas y los hábitos para dejarse implicar en el plan de amor de Dios, como el de Jesús, es decir, la salvación de todos, empezando por los más pobres. Hay armonía entre el Padre que está en el cielo y el Hijo enviado a recoger el rebaño disperso y conducirlo a buenos pastos. Jesús les respondió: "Las obras que hago en el nombre de mi Padre, éstas me dan testimonio". Pero sus ojos estaban nublados por el egoísmo y una religiosidad que ni siquiera consideraba el bien del pueblo y en particular de los pobres. «Pero vosotros no creéis porque no sois parte de mis ovejas», les respondió Jesús. Ellos no se sentían necesitados de un pastor, de un guía, de una luz para sus pasos. Sin la voluntad de escuchar al Señor y su Palabra, sin el compromiso de hacer la vida más fraterna y solidaria, es prácticamente imposible acercarse al misterio de Dios.