Parábola de la oveja perdida
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Mt 18,12-14) - En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «¿Qué pensáis? Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se descarría, ¿no dejará las noventa y nueve en los montes e irá a buscar la que se ha perdido? En verdad os digo que si lo encuentra, se alegrará más por él que por las noventa y nueve que no se perdieron. Así es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que ninguno de estos pequeños se pierda."

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Jesús se presenta como el buen pastor: su primera tarea es ser misericordioso sobre todo con los pobres y los pecadores. Y para hacer comprender la calidad de su misión, cuenta la parábola de la oveja descarriada. ¿Qué pasa si se pierde una oveja? La reacción espontánea del buen pastor – del Padre que está en el cielo y de los suyos, dice Jesús – es dejar a todos los demás en el redil y ponerse a buscar al que está perdido hasta encontrarlo. Jesús no toma en consideración en absoluto la culpa de la oveja, sólo recuerda la responsabilidad del pastor de no perderla. La pérdida de una oveja, aunque sea una sola, no disminuye el cuidado del pastor hacia ella, sino que más bien lo aumenta. El evangelista añade que si lo encuentra "se alegrará más por él que por las noventa y nueve que no se perdieron". Jesús deja claro una vez más que la voluntad del Padre es que nadie se pierda. De hecho, el Padre lo envió a la tierra precisamente por eso, para buscar y encontrar lo perdido y traerlo a casa. El Señor, a diferencia de nuestra indiferencia, se ocupa de todos. Podríamos decir que se convierte en un mendigo de cariño y amor para cada uno de nosotros. Ésta es la cualidad del amor que debe reinar en la vida de las comunidades cristianas. Cada discípulo debe tener el mismo cuidado que Dios tiene por cada hermano y hermana, de un amor como este nace la alegría y la celebración de la fraternidad.