Curación del hijo de un funcionario real.
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Jn 4,43-54) - En aquel tiempo, Jesús salió [de Samaria] hacia Galilea. De hecho, el mismo Jesús había declarado que un profeta no recibe honor en su propia patria. Cuando llegó a Galilea, los galileos le recibieron con agrado, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta; de hecho ellos también habían ido a la fiesta. Por tanto, volvió a Caná de Galilea, donde había transformado el agua en vino. Había un funcionario del rey que tenía un hijo enfermo en Cafarnaúm. Este hombre, al enterarse de que Jesús había venido de Judea a Galilea, se acercó a él y le pidió que bajara y sanara a su hijo, porque estaba a punto de morir. Jesús le dijo: "A menos que veas señales y prodigios, no crees". El funcionario del rey le dijo: "Señor, baja antes de que muera mi hijo". Jesús le respondió: "Ve, tu hijo vive". Ese hombre creyó la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Justo cuando bajaba, sus sirvientes salieron a su encuentro y le dijeron: "¡Tu hijo vive!". Quería saber de ellos en qué momento empezó a sentirse mejor. Le dijeron: "Ayer, una hora después del mediodía, se le quitó la fiebre". El padre reconoció que en esa misma hora Jesús le había dicho: "Tu hijo vive", y creyó él y toda su familia. Esta fue la segunda señal que hizo Jesús cuando regresó de Judea a Galilea.

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Hoy se abre la cuarta semana de Cuaresma y en las lecturas de la santa liturgia se nos presenta a Jesús como Señor de la vida. El evangelio de Juan, que desde hoy nos acompañará hasta el final de la Cuaresma, presenta a Jesús recién regresado a Galilea, a su región, a pesar de haber dicho que nadie es profeta en su tierra natal. Galilea era una región periférica en comparación con Jerusalén, una región en la que se encontraban diferentes pueblos, incluidos los paganos, y por esta razón se la tenía en poca consideración. En definitiva, un auténtico suburbio. Aquí Jesús comenzó su predicación. Y el evangelista inicia la escena desde Caná, donde había realizado su primer "signo", el primer milagro. La notación no es casual. En aquella ocasión Jesús realizó el milagro con el poder de su palabra que los siervos acogieron y pusieron en práctica. Incluso ahora sucede lo mismo. El milagro de la curación de ese hijo se produce desde lejos con la fuerza de la palabra de Jesús que da vida. El evangelista señala que se trata del "segundo" signo realizado por Jesús con el poder de su palabra. Para el evangelista que presentó a Jesús como el "Verbo" que se hizo carne, este tema del "Verbo" de Jesús es evidentemente crucial para describir lo que significa creer en Jesús, como sucederá en el episodio de la resurrección de Lázaro. Jesús está en Caná y aquí se le une un funcionario del rey Herodes Antipas: tiene un hijo enfermo y cree que Jesús puede curarlo. Ella se acerca a él y le pide que vaya a su casa porque su hijo está a punto de morir. Jesús parece resistirse a la oración de este padre. Y, como molesto, responde: "Si no ves señales y prodigios, no crees". Sin embargo, insiste ese funcionario, él realmente cree en la "palabra" de Jesús y en su poder curativo. Ante la insistencia, ¿¡Jesús no pide a los discípulos que oren con insistencia!? – responde inmediatamente: “Vete, tu hijo vive”. Para ese hombre, esta palabra de Jesús es suficiente para convencerlo. Y se pone en camino hacia su casa, sin preguntar nada más. El evangelista anota: "cuando iban" los sirvientes salieron a su encuentro diciéndole: "¡tu hijo vive!". Fue un milagro remoto que se debió a la fe de aquel funcionario. Él está ante nosotros como un verdadero creyente. No era judío ni frecuentaba la sinagoga, pero creyó sin dudar en la palabra de Jesús, y por esta fe le fue devuelto su hijo sanado. Al acoger esta fe en nuestros corazones, continuamos nuestro camino hacia la Pascua y experimentaremos el poder sanador del Evangelio por nosotros mismos.