Evangelio (Mt 16,13-19) - En aquel tiempo, Jesús, llegando a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?". Ellos respondieron: "Unos dicen que Juan el Bautista, otros Elías, otros Jeremías o algunos de los profetas". Él les dijo: "¿Pero quién decís que soy yo?" Simón Pedro respondió: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo". Y Jesús le dijo: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y te digo: tú eres Pedro y sobre esta roca edificaré mi Iglesia y los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. A ti te daré las llaves del reino de los cielos: todo lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatares en la tierra quedará desatado en los cielos".
El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia
La liturgia nos invita a conmemorar y celebrar el "ministerio de Pedro". Se subraya, por un lado, el fundamento apostólico de la Iglesia de Roma y, por otro, el servicio de la presidencia en la caridad, es decir, un carisma único que revive en los sucesores de Pedro. El Evangelio que leemos, con los tres símbolos que recuerda -la roca, las llaves, atar y desatar- muestra que el carisma de Pedro es un ministerio para toda la humanidad. Sabemos bien cuán saludable es para la Iglesia este ministerio de unidad que el Obispo de Roma está llamado a ejercer. Hoy lo es aún más. En un mundo globalizado, con presiones hacia la fragmentación, el Papa representa un tesoro único que debe ser apreciado, protegido y mostrado. Este primado no surge de "sangre y carne", no es una cuestión de cualidades personales y humanas, es un don del Espíritu de Dios a su Iglesia. Y el testimonio del Papa Francisco es particularmente elocuente en este momento de desorientación e incertidumbre. La roca fue indicada por el mismo Jesús, cuando reunió a sus discípulos en un lugar apartado. Les preguntó qué pensaba la gente de él, pero no por curiosidad. Jesús necesita que sus discípulos estén en sintonía con él, que tengan con él un "sentimiento común". Y aquí está Pedro que habla en nombre de todos y responde confesando la fe en Jesús en nombre de los Doce y recibe la bienaventuranza. Esta casa se mantendrá fuerte contra los "poderes del inframundo", que en lengua semítica significa las fuerzas del mal que intentarán derrocarla. Pietro tiene las llaves de este edificio. La casa de Dios no está cerrada, tiene puertas y Pedro tiene las llaves. El Evangelio habla de la casa que comienza ahora en la tierra y Pedro recibe las llaves de ahora en adelante. Así como el poder de “atar y desatar”, que en lenguaje rabínico significa la responsabilidad en el hogar de tejer lazos de hermandad entre todos.