Tercer domingo de Adviento
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Jn 1,6-8.19-28) - Vino un hombre enviado por Dios: se llamaba Juan. Él vino como testigo para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. Él no era la luz, pero tenía que dar testimonio de la luz. Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos le enviaron sacerdotes desde Jerusalén y se levantaron para preguntarle: "¿Quién eres?". Confesó y no negó. Confesó: "Yo no soy el Cristo". Entonces le preguntaron: «¿Quién eres entonces? ¿Eres Elías?". "No lo soy", dijo. «¿Eres tú el profeta?». “No”, respondió. Entonces le dijeron: «¿Quién eres? Para que podamos dar respuesta a quienes nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Él respondió: "Soy la voz del que clama en el desierto: enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías". Los que fueron enviados eran de los fariseos. Le interrogaron y le dijeron: "¿Por qué entonces bautizas si no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?". Juan les respondió: «Yo bautizo con agua. Entre vosotros está uno a quien no conocéis, el que viene detrás de mí: no soy digno de desatarle la correa de su sandalia. Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

«Sed siempre felices en el Señor, os lo repito: sed felices… ¡El Señor está cerca!». Estas palabras del apóstol Pablo a los filipenses caracterizan este tercer domingo de Adviento. Es la invitación a regocijarnos. El Señor está cerca. No estamos solos, abandonados. En verdad, nunca el Señor ha abandonado a su pueblo. Nos lo recuerda el profeta Isaías, enviado para consolar al pueblo de Israel en un momento difícil. El profeta fue enviado a "dar buenas nuevas a los miserables, a vendar las heridas de los corazones quebrantados, a proclamar la libertad de los esclavos, la liberación de los cautivos, a proclamar el año de gracia del Señor".
Esta profecía ilumina aún más el tiempo de este Adviento y de esta Navidad. El Señor nos invita a multiplicar la profecía, a hacerla aún más brillante a causa de la "espesa niebla que envuelve a las naciones". La figura del Bautista que se nos presenta nuevamente este domingo indica la insistencia en aumentar la profecía en nuestros días. «Vino un hombre enviado de Dios: se llamaba Juan» (Jn 1,6). El Bautista nos reúne para despertarnos del letargo de la costumbre. Nos hace levantar la mirada hacia las multitudes de pobres, que han aumentado desproporcionadamente en nuestro tiempo, porque somos "testigos para dar testimonio de la luz", del Señor Jesús que viene. Señalar al Mesías, al Salvador, es la razón del Bautista, es la razón de la Iglesia, de la comunidad, de todo discípulo. Como el Bautista fuimos salvados para poder comunicar el Evangelio al mundo. Juan es consciente de esto: sabe que su misión es comunicar el Evangelio, no a sí mismo. Vino al mundo para señalar a aquel que estaba por venir, cuyos cordones de sandalias ni siquiera era digno de desatar. Una humildad ejemplar para todos, también para nosotros. Pero esta humildad no le hace retroceder ni le empuja a esconderse. Y dice de sí mismo: Soy "la voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor". La fe surge de la escucha. La comunidad de creyentes, la Iglesia, vive de la escucha. Pero juntos está también la responsabilidad de predicar, es decir, de ser "voz". Varias veces en este tiempo de Adviento se nos ha recordado la urgencia de ser "voz", de comunicar la alegría de la Navidad, de no dejar caer ninguna palabra para hablar del niño de Belén. Hoy es necesaria una renovada atención al Evangelio: "Entre vosotros está uno a quien no conocéis". El hábito de centrarnos en nosotros mismos, de preocuparnos sólo de nosotros mismos, nubla nuestra visión e impide que nosotros y los demás veamos y disfrutemos la Navidad que se avecina. Gregorio Magno, comentando este pasaje evangélico, advirtió a los romanos de su tiempo: "Tened cuidado de no negar a vuestro prójimo la limosna de la palabra". Y prosiguió: "De este modo, es decir, si no os olvidáis de anunciar su venida a los pobres, en la medida de vuestras posibilidades, mereceréis ser contados por él, como Juan el Bautista, entre los número de ángeles."