Bienaventuranzas y maldiciones
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Lc 6,20-26) - En aquel tiempo, alzando los ojos hacia sus discípulos, Jesús dijo: "Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados vosotros los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados". Bienaventurados vosotros los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, y cuando os destierren, os vilipendien y rechacen vuestro nombre como malvado, a causa del Hijo del Hombre. Alegraos en aquel día y alegraos, porque he aquí vuestra recompensa es grande en el cielo. De hecho, sus padres hicieron lo mismo con los profetas. »Pero ¡ay de vosotros, ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros los que ahora estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de vosotros los que ríéis ahora, porque seréis afligidos y lloraréis! ¡Ay de vosotros cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! Porque lo mismo hicieron sus padres con los falsos profetas."

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Las Bienaventuranzas son el discurso central de la predicación de Jesús: mientras Mateo afirma que fueron pronunciadas desde una montaña, como para recordar el regalo de Dios de la Ley en el Sinaí, Lucas habla de un lugar llano. La palabra del Evangelio se mezcla con la vida de las personas, y Jesús no pronuncia un discurso abstracto, ni presenta una doctrina elevada que pase por alto. El evangelista Lucas menciona sólo cuatro bienaventuranzas. Jesús anuncia a los pobres, a los hambrientos, a los abandonados y a los sedientos de justicia que por fin pueden ser felices porque Dios ha elegido estar a su lado. Por eso son "bienaventurados": porque son amados por Dios, preferidos por él sobre tantos que se creen satisfechos con sus riquezas y su seguridad. Si Jesús dice que son bienaventurados es porque Dios ha elegido ser primero con ellos antes que con los demás. Lo demuestra de primera mano, con su propio ejemplo. A nosotros los creyentes se nos ha confiado la tarea muy seria y fascinante de hacer sentir a los pobres y a los débiles el amor privilegiado de Dios, como lo hizo Jesús a lo largo de su vida. Los ricos, los satisfechos, los fuertes deben tener cuidado -y muchas veces también nosotros estamos entre ellos- porque es más difícil ser feliz. Con el "ay de vosotros", Jesús advierte: en vano es buscar la felicidad en el amor a uno mismo y a las riquezas. El camino hacia la felicidad de los ricos es pasar la vida por los pobres y los débiles. Es la invitación que Jesús también hizo al joven rico. Lo repite hoy a todos nosotros, a menudo ricos y satisfechos de nosotros mismos.