Evangelio (Lc 11,1-4) - Jesús estaba en un lugar orando; Cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos". Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino; danos cada día nuestro pan de cada día, y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe. y no nos abandonemos a la tentación."
El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia
En la confusión y dispersión de los pueblos el Señor nunca abandona al hombre. Si cada pueblo había creado una tierra con fronteras definidas, con su propia lengua, Dios llamó a Abraham a abandonar su tierra, su patria y su hogar. La historia de la salvación, la que Dios comienza con Abraham, comienza con un éxodo, con un abandono radical. Es el paradigma de toda historia cristiana, tanto personal como comunitaria. Al comienzo de toda experiencia religiosa está siempre el mandato firme de Dios: "Vete de tu tierra... hacia la tierra que yo te mostraré". Este mandato firme y duro nos lleva a decir que sólo obedeciendo esta invitación de Dios podremos recibir la bendición, es decir, su protección, y a su vez ser bendición para los demás, como le dijo Dios a Abraham. El corazón de la vocación de Abraham está en la obediencia a la llamada de Dios: Abraham debe, ante todo, dejar de escucharse sólo a sí mismo y de pensar su vida desde sus propias perspectivas. El llamado de Dios le presenta un sueño universal que Dios le confía como misión a cumplir. Abraham obedece la Palabra de Dios y acoge el sueño de Dios para el mundo y sus pueblos. Por tanto, abandona su tierra y se convierte - como Dios mismo le comunicó - en principio de unidad y de vida para todos los pueblos. Judíos, cristianos y musulmanes lo llaman "padre de todos los creyentes", de todos aquellos que eligen escuchar a Dios y caminar por el camino que el mismo Señor les ha indicado. Es el camino de un pueblo del que formar parte, de encuentros que tener, de etapas que recorrer hasta llegar a la tierra prometida. La compañía de Dios es bendición, vida y prosperidad. Abraham no necesita olvidar que Dios está siempre con él. Esta memoria, corazón de la vida de los creyentes, libera a Abraham y a todo creyente de la esclavitud de los ídolos. Sólo hay un altar al lado del cual montar tu tienda. Abraham elige vivir al lado de su Señor, no quiere separarse del lugar de su presencia. Sabe que el Señor lo acompañará en el camino de la vida, es más, que estará delante de él para mostrarle el camino. Abraham es también un ejemplo para todos los creyentes: su hogar no es estar consigo mismo, sino con el Señor que lo acompaña junto con su pueblo en los caminos del mundo.