Evangelio (Lc 11,15-26) - En aquel tiempo, [después de que Jesús hubo expulsado un demonio,] algunos decían: "Por medio de Beelzebul, el jefe de los demonios, él expulsa los demonios". Otros entonces, para ponerlo a prueba, le pidieron una señal del cielo. Él, conociendo sus intenciones, dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo cae en ruina y una casa cae sobre otra. Ahora bien, si Satanás también está dividido dentro de sí mismo, ¿cómo podrá mantenerse en pie su reino? Tú dices que por Beelzebul expulso los demonios. Pero si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso ellos serán vuestros jueces. Pero si con el dedo de Dios echo fuera los demonios, entonces el reino de Dios ha llegado a vosotros." Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, lo que posee está seguro. Pero si viene alguien más fuerte que él y lo vence, le arrebata las armas en las que confiaba y se reparte el botín. El que no está conmigo, está contra mí, y el que conmigo no recoge, desparrama. Cuando el espíritu impuro abandona al hombre, éste deambula por lugares desiertos buscando alivio y al no encontrarlo dice: "Volveré a mi casa de donde salí". Cuando llega, la encuentra barrida y adornada. Luego va, toma otros siete espíritus peores que él, entran y se instalan allí. Y la última condición de ese hombre se vuelve peor que la primera."
El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia
Jesús acababa de liberar a un hombre poseído por un demonio "mudo". Impedir el habla significa reforzar o al menos agravar la soledad de los afectados. La comunicación a través de las palabras es una de las piedras angulares de la vida humana. Por eso, cuando este hombre fue liberado del diablo y pudo hablar, el asombro de la gente explotó. Pero el espíritu del mal no se rindió, al contrario reforzó su resistencia y oposición a Jesús y al Evangelio. Toda la historia de Jesús, y de sus discípulos de todos los tiempos, es una historia de oposición y lucha contra el mal. El evangelio de hoy habla de la lucha entre Jesús y el espíritu del mal, lucha que se desarrolla en el alma del hombre. Es una lucha continua que nos exige estar siempre vigilantes si no queremos caer en la condición de aquel hombre que, después de haber ahuyentado el mal de su corazón, se encuentra nuevamente preso de "espíritus peores". Cuando el diablo ha sido expulsado "por uno más fuerte que él", es decir, por el Señor Jesús, la "casa" es barrida y adornada, pero existe el peligro de que quede vacía. Si esto sucede, el diablo puede regresar y la condición final puede llegar a ser peor que la primera. ¿Qué significa esta casa vacía? Nuestro primer deseo es ser libres del mal y especialmente del pecado que pesa sobre nuestra conciencia; lo deseamos y estamos felices y agradecidos al Señor cuando nos libera: entonces nuestra casa queda limpia y bien amueblada. Pero en la vida espiritual hay otra etapa necesaria, que espontáneamente nos gusta menos, porque en esta hermosa casa queremos estar tranquilos, como maestros, sin que nadie nos mande. Sin embargo, el maestro debe ser otro, el Señor. Dejar que el Señor entre como dueño de nuestra casa significa poner nuestro corazón a su servicio. Y es un amo que no conoce servidores sino amigos.