Evangelio (Lc 12,49-53) - En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «He venido a echar fuego a la tierra, ¡y cómo me gustaría que ya estuviera encendido! Tengo un bautismo en el cual seré bautizado, ¡y cómo estoy ansioso hasta que se cumpla! ¿Crees que he venido a traer paz a la tierra? No, te lo digo, sino división. De ahora en adelante, si en una familia hay cinco personas, se dividirán tres contra dos y dos contra tres; dividirán al padre contra el hijo, al hijo contra el padre, a la madre contra la hija, a la hija contra la madre, a la suegra contra la nuera y a la nuera contra la suegra”.
El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia
Jesús utiliza la imagen del fuego que él mismo vino a traer a la tierra: “¡Fuego he venido a echar sobre la tierra, y cómo me gustaría que ya estuviera encendido!”. El Apocalipsis retomará esta imagen en relación con el ángel que arroja fuego sobre la tierra al final de los tiempos (8,5). Jesús quiere que los discípulos abandonen toda actitud de pereza, de demora, de frialdad, de cierre, para acoger su propia inquietud. El discípulo no está llamado a una vida tacaña y tranquila. Se sumerge en el Evangelio - está como bautizado (precisamente, "sumergido") en el Evangelio - impulsado por la urgencia de comunicarlo a todos los hombres para que sean salvados de la soledad y de la muerte. Sólo el Evangelio es el fuego que salva, que cambia el mundo, a partir del cambio del corazón de cada persona. Pablo dirá: "Porque él es nuestra paz" (Ef 2,14) y el Señor mismo dijo: "Bienaventurados los que hacen la paz". No hay contradicción en este caso entre la paz y la espada. La paz que trae Jesús no es como la que da el mundo (Jn 14,27), no es tacaña tranquilidad ni seguridad de las propias tradiciones. Para disfrutar de la paz que proviene del Evangelio es necesaria una purificación a través del fuego, una separación entre el mal y el bien, un discernimiento entre la luz que Jesús viene a traer al mundo y las tinieblas del mal. La paz es un don y una realización, es aceptación del Evangelio y abandono del egocentrismo.