parábola de la red
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Mt 13,47-53) - En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «También el reino de los cielos es semejante a una red lanzada al mar, en la que se recogen toda clase de peces. Cuando está lleno, los pescadores lo arrastran hasta la orilla y luego, sentándose, recogen los peces buenos en las cestas y tiran los malos. Así será en el fin del mundo. Los ángeles vendrán y separarán los malos de los buenos y los arrojarán en el horno de fuego, donde será el llanto y el crujir de dientes. ¿Has entendido todas estas cosas? Ellos respondieron: "Sí". Y les dijo: Por esto todo escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un dueño de casa que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas. Terminadas estas parábolas, Jesús salió de allí.

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Jesús usa la imagen de la red de pesca en su parábola. Normalmente se trata de una red muy grande que se baja en semicírculo al agua y se arrastra hasta la playa. Esta red, dice Jesús, recoge una gran cantidad de peces. Jesús quiere subrayar que el reino de Dios es amplio, concierne a todos los hombres, sin distinción alguna. «Cuando está llena – dice Jesús – los pescadores la sacan a la orilla». La red debe estar llena antes de izarla a tierra. En esta notación se subraya también la generosidad y la grandeza del amor de Jesús: esta amplitud de corazón del Señor es una invitación dirigida también a nosotros a no ser tacaños en echar la red, tratando por todos los medios de comunicarnos. el Evangelio hasta los confines de la tierra. Jesús continúa diciendo que una vez que la red está llena de peces, se tira a la orilla. Y aquí tiene lugar la elección, el juicio: se separan los peces buenos de los malos. Esta imagen recuerda la de la parábola de la cizaña, pero subrayando el momento final del juicio, cuando habrá separación de unos de otros. Así también sucederá entre las ovejas y las cabras, como nos dice Mateo en el Juicio Final cuando seremos juzgados por el amor. Los justos son los que han amado. La verdadera distinción entre el bien y el mal estará precisamente en la atención a los demás. A menudo pensamos que somos los únicos jueces de nuestras vidas. El Señor tiene un juicio de amor, que debe ayudarnos a elegir no perder tan grande amor.