Corrección fraterna
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Mt 18,15-20) - En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si vuestro hermano comete alguna falta contra vosotros, id y avisadle estando vosotros y él solos; si él te escucha, habrás ganado a tu hermano; si no te escucha, lleva contigo a una o dos personas más, para que todo se decida con la palabra de dos o tres testigos. Si no los escucha, dígaselo a la comunidad; y si ni siquiera escucha a la comunidad, sea con vosotros como el pagano y el recaudador de impuestos. En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. En verdad os vuelvo a decir: si dos de vosotros que estáis en la tierra se ponen de acuerdo para pedir algo, mi Padre que está en los cielos se lo concederá. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo entre ellos".

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Este pasaje evangélico nos recuerda que la corrección y el perdón fraterno, dimensiones centrales de la vida de la comunidad cristiana, requieren gran atención y sensibilidad. De hecho, existe una forma de no decir cosas a los demás que no es el respeto, sino la indiferencia. Todo creyente tiene el deber de corregir a su hermano cuando comete un error, así como todo creyente tiene derecho a ser perdonado cuando se ha equivocado. Lamentablemente vivimos en una sociedad que está perdiendo el sentido del perdón. Y esto sucede porque perdió primero la deuda de amor mutuo que nos pide el Señor. La fuerza de este amor redescubierto se muestra en la unidad de los discípulos que oran juntos. Jesús les dice: "De cierto os vuelvo a decir: si dos de vosotros que estáis en la tierra se ponen de acuerdo para pedir algo, mi Padre que está en los cielos se lo dará". Son palabras desafiantes, más para Dios mismo que para nosotros. El acuerdo de los discípulos en pedir lo mismo, sea lo que sea, obliga a Dios mismo a concederlo. Éste es el significado de las palabras pronunciadas por Jesús: la armonía en la oración, el acuerdo en una sola voluntad constituye un poder inmenso. Si nuestras oraciones no son respondidas, debemos cuestionarnos acerca de nuestra forma de orar, que tal vez esté fundamentalmente defectuosa por el individualismo y la indiferencia. Cuán a menudo nuestra oración está marcada por la pereza, por la falta de amor al preocuparnos por los problemas y las ansiedades de toda la comunidad, del mundo que nos rodea. ¡Y cuántos esperan la caridad de una oración que nadie concede! Con sabiduría espiritual Juan Pablo II habló de su oración ligada a la "geografía", es decir, a los diversos lugares o diferentes situaciones de sufrimiento que leía en los periódicos o de los que era informado. Nosotros también podemos hacer lo mismo.