Lo que Dios ha unido, que ningún hombre lo separe
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Mt 19,3-12) - En aquel tiempo, unos fariseos se acercaron a Jesús para ponerlo a prueba y le preguntaron: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?". Él respondió: “¿No habéis leído que el Creador desde el principio los hizo varón y hembra y dijo: 'Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne'? Por eso ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, que el hombre no divida lo que Dios ha unido." Le preguntaron: "¿Por qué entonces Moisés ordenó darle el certificado de divorcio y repudiarla?". Él les respondió: “Por la dureza de vuestro corazón, Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; Al principio, sin embargo, no fue así. Pero yo os digo: el que se divorcia de su mujer, excepto en el caso de unión ilegítima, y ​​se casa con otra, comete adulterio." Sus discípulos le dijeron: "Si ésta es la situación del hombre respecto de la mujer, no vale la pena casarse". Él les respondió: «No todos entienden esta palabra, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay otros que fueron hechos tales por los hombres, y aún hay otros que fueron hechos tales para el reino de los cielos. Quien pueda entender, que comprenda."

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Los fariseos le hacen a Jesús una pregunta muy debatida en sus escuelas. Se trataba de la interpretación del pasaje de Deuteronomio (24,1), en el que la Ley consideraba la posibilidad del divorcio. Jesús no quiere entrar directamente en la cuestión y prefiere recordar la voluntad original de Dios sobre la unión entre el hombre y la mujer: la familia debe basarse en el amor indisoluble. Jesús no acepta las interpretaciones de sus rabinos, pero también condena la práctica del divorcio que practicaban en mayor o menor medida los fariseos. Y retoma la enseñanza de Moisés. Es cierto que más tarde permitió el divorcio desde el mandato inicial. Pero lo hizo por la dureza del corazón humano. Jesús reitera la primacía del amor en las relaciones humanas y, por tanto, también entre el hombre y la mujer que se unen en matrimonio. La irrevocabilidad ya parecía entonces una carga pesada. Hoy esto parece aún más cierto en un clima cultural donde cualquier perspectiva de estabilidad parece imposible. El Papa Francisco, sin amortiguar el ideal del matrimonio, nos pidió no abandonar a nadie y comprender con misericordia las fragilidades que encontramos. Pero esto es posible en el horizonte de la primacía del Evangelio del amor que acoge a todos, que acompaña a todos y que ayuda a todos para que crezcamos en el amor al Señor y a su reino. Y es en este punto que Jesús reitera la primacía del reino de los cielos en la vida de los discípulos, de todos los discípulos. Y el ideal del reino es tan alto que hay quienes no se casan "por el reino de los cielos". El celibato para el reino tiene un valor extraordinario no porque muestre la capacidad de sacrificarse, sino porque manifiesta la elección radical por el Señor. Es también decir con la vida: sólo Dios basta.