Curación de un paralítico
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Mt 9,1-8) - En aquel tiempo, Jesús subió a una barca y pasó a la otra orilla y llegó a su ciudad. Y he aquí, le trajeron un paralítico acostado en una cama. Jesús, al ver su fe, dijo al paralítico: "Ánimo, hijo, tus pecados te son perdonados". Entonces algunos de los escribas dijeron para sí: "Este hombre blasfema". Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis cosas malas en vuestro corazón? ¿Para qué es más fácil: decir "Tus pecados te son perdonados", o decir "Levántate y anda"? Pero, para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar los pecados: Levántate - dijo entonces al paralítico -, toma tu camilla y vete a tu casa". Y él se levantó y fue a su casa. La multitud, al ver esto, se llenó de temor y glorificó a Dios que había dado tal poder a los hombres.

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Al regresar a Cafarnaúm, traen a Jesús paralítico acostado en una cama y lo colocan en el centro. Un centro no sólo físico, sino de atención, de interés, de preocupación por ese paciente antes que por sí mismo. El amor de esos amigos es en cierto modo el comienzo del milagro. El evangelista escribe que Jesús, al ver su fe, decide intervenir. Es una notación que recuerda el poder de la oración por los enfermos. Ciertamente aquel paralítico quería ser curado, pero aquí se relata explícitamente el motivo de la curación: la fe de aquellos amigos. La Iglesia, toda comunidad cristiana, debe redescubrirse como amiga de los enfermos y dispuesta a presentarlos ante el Señor. Y Jesús no dejará de responder a la oración que le dirigimos. Quizás no de la manera que pensamos, pero la curación se producirá. Él no sólo sana el cuerpo, sino también el corazón. Al paralítico Jesús le dice palabras que nadie jamás ha dicho: "¡Tus pecados te son perdonados!". Jesús no quiere dar a entender que la enfermedad del paralítico fue causada por sus pecados. Más bien quiere mostrar un hecho mucho más importante: su poder se extiende también sobre los pecados, para borrarlos. La curación también llega al corazón. Y aquí la escena, comprensiblemente, se convierte en un debate teológico. Los escribas presentes, al oír estas palabras, piensan mal de Jesús, sin decirlo. Pero Jesús, que ve el interior de los corazones, los desenmascara y muestra hasta dónde llega su misericordia: «¡Levántate! – dijo entonces al paralítico – toma tu camilla y vete a tu casa». El Señor realizó un doble milagro en aquel enfermo: le perdonó sus pecados y le sanó de su parálisis. Ha venido entre los hombres uno que sana tanto el cuerpo como el corazón.