La resurrección de los muertos
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Mc 12,18-27) - En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos -que dicen que no hay resurrección- y le preguntaron, diciendo: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si el hermano de alguno muere y deja a su mujer sin hijos, que su hermano tome mujer. y dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos: el primero tomó esposa, murió y no dejó descendencia. Entonces el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero también, y de los siete no quedó descendencia. Al final, la mujer también murió. En la resurrección, cuando resucite, ¿de cuál de ellos será esposa? Ya que los siete la tuvieron por esposa." Jesús les respondió: “¿No es por eso que estáis equivocados, porque no conocéis las Escrituras ni el poder de Dios? De hecho, cuando resuciten de entre los muertos, no se casarán ni se darán en matrimonio, sino que serán como ángeles en el cielo. En cuanto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en la historia de la zarza, cómo Dios le habló diciendo: "Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? "? ¡Él no es Dios de muertos, sino de vivos! Estás gravemente equivocado."

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Estas son las últimas palabras de Jesús en el templo. Esta vez son los saduceos quienes se acercan a Jesús para interrogarlo y hacerle contradecirse. Los saduceos eran los representantes de la clase sacerdotal y profesaban una religión ritualista que no creía en la resurrección de entre los muertos. Viniendo a Jesús, inspirándose en un texto de la ley mosaica, plantean un "caso" teórico sobre el matrimonio para negar la resurrección. Jesús no entra en controversia con los saduceos, sino que recuerda los principios que son la base de la fe: la autoridad de las Escrituras. Jesús recuerda las palabras que Dios mismo dirigió a Moisés desde la zarza ardiente, cuando le dijo que él era el Señor de los vivos y de los muertos y, por tanto, de su señorío que se extiende sobre sus hijos tanto en la vida como en la muerte: «Él es no el Dios de los muertos, sino el de los vivos." A partir de estas palabras, se abre una mirada a la vida después de la muerte: los creyentes, liberados de las ataduras de la carne, vivirán "como ángeles", serán animados por el Espíritu. En realidad, la vida "angelical", la inspirada por el Espíritu, comienza ya en esta tierra cuando se acoge su Palabra en el corazón y se confía la vida a Jesús: Jesús lo subraya varias veces a sus discípulos. Frente a la tumba de Lázaro, poco antes de devolverle la vida, dijo a Marta: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá; el que vive y cree en mí, no morirá jamás" (Jn 11,25-26). Quien une su vida a Jesús ya pasa de muerte a vida. La muerte se convierte - como lo fue para Jesús - en un paso de la vida terrena a la vida resucitada, de "este mundo al Padre".