Donde esté tu tesoro, también estará tu corazón.
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Mt 6,19-23) - En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; Más bien, haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón. »La lámpara del cuerpo es el ojo; por tanto, si tu ojo es simple, todo tu cuerpo será luminoso; pero si tu ojo es malo, todo tu cuerpo estará oscuro. Así que, si la luz que hay en vosotros es oscuridad, ¡cuán grandes serán las tinieblas!
El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

En nuestro mundo existe una especie de dictadura del materialismo que nos obliga a someternos a la ley del consumo y la acumulación de bienes. La enseñanza del Evangelio es muy clara al respecto: quien acumula mucho es presa de un gran amor por las cosas, está movido por una pasión que cautiva el corazón. Por eso Jesús dice: "Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón". El verdadero tesoro – continúa Jesús – está hacia donde se dirige el corazón. Es necesario cultivar el corazón y hacerlo crecer según el Evangelio. La palabra evangélica, escuchada con continuidad y atención, debe moldear nuestras acciones y nuestros sentimientos, forjar un estilo de vida alejado de la avidez de posesión y acumulación que Jesús compara con el óxido que consume. En este caso, más que consumir cosas, el óxido consume el corazón, los sentimientos e incluso el sentido mismo de la vida. Acumular tesoros en el cielo, sin embargo, significa amar la Palabra y ponerla en práctica, dejarnos guiar por ese designio de amor que se nos revela y convertirnos en trabajadores diligentes y alegres. Es el gran sueño de Dios para el mundo. El cielo, entonces, no es sólo un destino lejano; el cielo es vida con el Señor, con los hermanos y con los pobres. Quien pasa su vida según las indicaciones del Evangelio acumula tesoros que quedarán fijos en los cielos; no sólo nadie podrá robárselas al creyente, sino que darán fruto en abundancia.