Curación de un hombre con una mano paralizada
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Mc 3,1-6) - En aquel tiempo Jesús entró de nuevo en la sinagoga. Había allí un hombre que tenía una mano paralítica, y estaban esperando a ver si se la sanaría en sábado, para acusarlo. Le dijo al hombre que tenía una mano paralizada: "¡Levántate, ven entre nosotros!". Luego les preguntó: "¿Es lícito en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o matarla?" Pero guardaron silencio. Y mirándolos con indignación, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: "¡Extiende tu mano!". La extendió y su mano quedó sana. Y los fariseos salieron inmediatamente con los herodianos y celebraron consejo contra él para matarlo.

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Es sábado y Jesús, como de costumbre, va a la sinagoga a orar. Aquí conoce a un hombre con una grave discapacidad en el brazo. El evangelio apócrifo según los judíos pone en labios de este hombre la siguiente oración: «Yo era albañil, me ganaba la vida con el trabajo de mis manos; Oh Jesús, te ruego que me sanes para que no tenga que mendigar mi pan avergonzado." Jesús, en cuanto ve a este hombre herido en su capacidad de proveer a su vida, se conmueve. Siempre le sucede cada vez que se encuentra con enfermos y débiles. Los fariseos, en cambio, que no estaban en absoluto interesados ​​en la discapacidad de aquel hombre, sin embargo intuían que algo sucedería. Jesús nunca permanece inerte ante el dolor de las personas. Él sabe bien que debe realizar la voluntad del Padre y se dirige a aquel hombre y le ordena: "¡Extiende tu mano!". Ese hombre obedece la palabra de Jesús y extiende su mano. Está curado. La obediencia al Evangelio conduce siempre a la curación, nos ayuda a reconquistar lo que hemos perdido por el pecado o por nuestra fragilidad. Ese hombre se recupera y puede volver a la vida ordinaria. La curación no se consigue quedando prisioneros de uno mismo - el significado de la mano paralizada es también el de utilizar la mano sólo para uno mismo - sino poniéndose al servicio de los demás, del bien común de todos. La mano se cura, precisamente, "para echar una mano" -como dicen- a quien la necesita. Por eso Jesús no viola el sábado, como le acusan los fariseos. Con esta curación, el verdadero "sábado" (es decir, el día de Dios) irrumpe en la vida de los hombres: en ese hombre la creación alcanza su cumplimiento. Cada vez que la misericordia y la salvación de Dios tocan la vida de los hombres, tiene lugar el "sábado" de Dios, una celebración del amor y de la plenitud de la vida.