Anuncio del ángel a María
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Lc 1,26-38) - Al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre que se llamaba José, de la casa de David. La virgen se llamaba María. Entrando en ella, le dijo: "Alégrate, llena eres de gracia: el Señor está contigo". Ante estas palabras ella se molestó mucho y se preguntó qué sentido tenía un saludo como éste. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios. Y he aquí, concebirás un hijo, lo darás a luz y lo llamarás Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; El Señor Dios le dará el trono de David su padre y reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: "¿Cómo puede ser esto, si no conozco varón?". El ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por tanto, el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Y he aquí, Isabel, tu parienta, también en su vejez ha concebido un hijo, y éste es el sexto mes para la que llamaban estéril. nada es imposible para Dios ». Entonces María dijo: "He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra". Y el ángel se alejó de ella.

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Leer la página de la Anunciación en la inminencia de la Navidad es un regalo precioso porque en el Adviento la Iglesia intenta sintonizar nuestro corazón con el misterio insondable del nacimiento de Jesús y la Palabra de Dios insiste en hablar al corazón de los creyentes. Cada vez resuena de una manera nueva, precisamente porque nos empuja a renovar nuestro corazón, a cambiarlo, a hacerlo partícipe de nuevas perspectivas. Y esto siempre crea alguna perturbación. Las palabras del ángel también causaron perturbación en María. La Palabra de Dios, en efecto, siempre provoca un movimiento interno. Cuando el ángel habla no le dice palabras al viento, quiere tocar el corazón y cambiarlo. Le pasó a Zacarías, le pasó a María y nos sigue pasando a cada uno de nosotros si escuchamos el Evangelio. Pero, a diferencia de Zacarías, María no se limitó a enfadarse. Esa niña siguió escuchando al ángel. No interrumpió el diálogo con él, como nos sucede a menudo a nosotros que nos retiramos cuando el amor se vuelve más exigente y quiere implicarnos en un proyecto superior. Preferimos nuestros pequeños y estrechos horizontes al sueño más grande que el Señor nos propone. María sabía bien que era una niña pobre de un pueblo remoto en las afueras del Imperio Romano. Sin embargo, a pesar de ser consciente de su debilidad, dice "sí" a la invitación del ángel. Desde ese día la historia del mundo ha cambiado. Ese día "el Verbo se hizo carne". Y María se convirtió en la primera de los creyentes, la primera que acogió con el corazón la Palabra de Dios, hasta el punto de hacerse carne de su carne. Nuestro "sí" diario a la Palabra de Dios sigue cambiando nuestras vidas y la de este mundo. Dejémonos acompañar por el ejemplo de María y con ella digamos: "He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra".