Signos precursores del fin
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Lc 21,5-11) - En aquel tiempo, mientras algunos hablaban del templo, que estaba adornado con hermosas piedras y exvotos, Jesús dijo: "Vendrán días en que, de lo que veis, no quedará piedra sobre piedra que no sea destruido." Le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo sucederán estas cosas, y qué señal habrá cuando estén por suceder?” Él respondió: «Tened cuidado de no dejaros engañar. Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: "Soy yo", y "El tiempo está cerca". ¡No vayas tras ellos! Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os asustéis, porque estas cosas deben suceder primero, pero no son el fin inmediato". Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá terremotos, hambres y pestilencias en diferentes lugares; también habrá acontecimientos espantosos y grandes señales del cielo".

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Estamos en la última semana del año litúrgico. Y este pasaje abre el discurso de Jesús sobre el fin de los tiempos (se llama discurso escatológico). En verdad, Lucas, junto con Mateo y Marcos, quieren comunicarnos lo que descubrieron al estar en estrecho contacto con Jesús, es decir, que los "últimos días" ya comenzaron con la venida misma del profeta de Nazaret. En este sentido no debemos posponer hasta el fin de los tiempos el momento de la conversión al Evangelio, ni esperar el momento oportuno que nunca llegará. El tiempo de creer en el Evangelio ya ha llegado, y es ahora. Fe es enamorarse de Jesús, es dejarse invadir por su amor, es dejarse implicar en su proyecto de amor para el mundo. Esta fe, llena de amor y de implicación existencial, es la verdadera piedra sólida sobre la que construir el presente y el futuro de nuestra vida. Por tanto, es necesario estar atentos a los falsos profetas, a los que están fuera de nosotros (como las modas y costumbres de este mundo), pero también a los que se esconden en el corazón de cada uno de nosotros (como los hábitos, el orgullo, el amor a sí mismo). ). El único dueño de nuestra vida, el único Señor que nos salva es Jesús, y la única profecía que ilumina nuestros días es el Evangelio. Y es precisamente la fuerza del Evangelio la que nos impide resignarnos al mal, aceptar la situación presente sin esperanza en un futuro más humano. El Señor, ante un mundo que no puede encontrar la paz, nos pide que seamos con él pacificadores y testigos de esperanza en un futuro de salvación. Fe es elegir caminar con Jesús, en la certeza de que la fuerza de la resurrección doblegará al príncipe de este mundo y la fuerza del mal quedará sometida al poder del amor del Señor.