Evangelio (Lc 13,18-21) - En aquel tiempo Jesús dijo: «¿Cómo es el reino de Dios y con qué puedo compararlo? Es como una semilla de mostaza, que un hombre tomó y arrojó en su jardín; creció y se hizo árbol y las aves del cielo vinieron a hacer nidos en sus ramas." Y volvió a decir: «¿A qué puedo comparar el reino de Dios? Es como la levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, hasta que quedó todo leudado."

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Las dos breves parábolas relatadas en este pasaje del Evangelio se entienden mejor si se leen en el contexto de las primeras comunidades cristianas que se preguntaban si realmente era posible inaugurar el reino de Dios sólo con mansedumbre y palabras, en un mundo que ofrecía tantas resistencias. al Evangelio. En verdad, también nosotros nos preguntamos si el Evangelio no es demasiado débil para cambiar un mundo que, por el contrario, parece mucho más fuerte. Jesús responde a estas objeciones antiguas y contemporáneas con estas dos pequeñas parábolas, la del grano de mostaza y la otra de la levadura en la masa. Como sabemos, el reino de Dios es el corazón de la predicación de Jesús, como nos muestran los sinópticos. Por un lado está este mundo sometido a Satanás. Por otro lado está el nuevo reino, el de Dios, que Jesús vino a inaugurar en la tierra. Y aquí está el significado de las dos parábolas. El reino que Jesús vino a inaugurar comienza no de una manera poderosa y sensacional, sino como una pequeña semilla, como un puñado de levadura. Eso sí, es importante que la semilla penetre en la tierra y que la levadura se mezcle con la masa. Lucas subraya en la parábola la idea de desarrollo, de crecimiento continuo. La semilla, es decir, la predicación del Evangelio y la práctica del amor, producirá un gran árbol y la levadura fermentará la masa de la sociedad y del mundo. Muchos podrán refrescarse a la sombra del árbol del amor y muchos podrán alimentarse del pan de la misericordia.